Josué

Feb 19, 2024

El Pentateuco termina con la muerte y sepultura de Moisés. Al comienzo del libro siguiente, el Señor se dirige a Josué diciéndole: «Moisés, mi siervo, ha muerto. Ahora levántate y tú, junto con todo este pueblo, pasa el Jordán camino de la tierra que Yo doy a los hijos de Israel (…). Nadie se te resistirá en toda tu vida. Lo mismo que estuve con Moisés, estaré contigo. No te rechazaré ni te abandonaré (…). Sé muy fuerte y valiente para custodiar y llevar a la práctica toda la Ley que te mandó mi siervo Moisés. No te desvíes ni a derecha ni a izquierda y tendrás éxito allí donde vayas» (Josué 1, 2. 5 y 7). Inmediatamente, Josué confiando en la palabra del Señor y siendo fiel a su Ley, emprende la conquista de la tierra prometida y después organiza su reparto entre las tribus. De esto nos habla el libro de Josué.

Ajalon Panorama foto por Ori.

Panorama del Valle de Ajalon Panorama foto por Ori.

Entre los muchos relatos interesantes que encontramos en sus páginas, se nos narra la batalla que libró contra los reyes amorreos en el valle de Ayalón. Cuando la tarde declinaba Josué habló al Señor pidiendo que alargara el día para poder culminar su victoria: «El sol se paró en medio del cielo y demoró su puesta casi un día completo. No hubo un día como aquel ni antes ni después. El Señor obedeció a la voz de un hombre porque luchaba a favor de Israel» (Jos 10,13-14). 

La lectura de este pasaje ha suscitado profundas reflexiones en la meditación cristiana. Así, por ejemplo, san Alfonso María de Ligorio dice que «pasma el oír que Dios obedeció a Josué cuando ordenó al sol que se detuviese en su carrera (…). Pero sorprende más oír que con pocas palabras del sacerdote, el mismo Dios baja obediente a los altares y donde quiera que lo llame, todas las veces que lo llame, y se ponga en sus manos» (Selva de materias predicables 1,1,3).

El libro de Josué insiste una y otra vez en la unidad del pueblo. Aunque algunas tribus hubieran recibido su heredad antes de pasar el Jordán camino de la tierra prometida, no abandonaron a sus hermanos en la toma de posesión de la tierra. La ocupación del país entero fue realizada por todo el pueblo unido bajo el mando único de Josué. A su vez, ese pueblo unido reconoce que sólo hay un único Dios, el Señor, que les ha prestado auxilio y al que se comprometen a servir en exclusiva.

El texto sagrado, que -como toda la historia de la que forma parte- fue redactado en su forma definitiva cuando el pueblo había sido desposeído de esa tierra por las tropas babilónicas, explica a los que han sufrido las consecuencias del destierro la causa por la que han acontecido esas desgracias: la repetida infidelidad frente a tanta bondad de Dios. 

Josué ora a Dios para que el sol se detenga. Grabado de Gustave Doré.

Josué ora a Dios para que el sol se detenga. Grabado de Gustave Doré.

A la vez, les ofrece un aliento de esperanza. El mismo Dios que les dio esa tierra puede volver a entregársela si emulan la fidelidad de la generación de Josué tal y como se narra en este libro. Y con ellos, enseña a todos los hombres de buena voluntad que leen estas páginas a tener confianza en Dios y a serle fieles, porque el Señor es Todopoderoso y nunca abandona a sus elegidos.

Por el padre don Francisco Varo Pineda

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