El libro de los Jueces

Abr 12, 2024

En los siglos XII y XI aC. hubo una gran inestabilidad en la tierra de Israel. Las tribus israelitas combatían por conquistar y controlar sus propios valles y comarcas frente a los poderosos pobladores de la zona, y haciendo frente a invasiones esporádicas de pueblos venidos de lejos.

En Canaán subsistía el régimen de ciudades-estado independientes, cada una con su propio rey o gobernador: Siquén, Jebús, Guézer, Meguidó, Taanac y Bet Sean, entre otras. Por su parte, Israel era un conjunto de tribus cuyo vínculo común no era estrictamente político sino religioso: la fe en el Señor y la noticia trasmitida en las tradiciones ancestrales acerca de su origen común y de haber compartido con las tribus hermanas maravillosas experiencias religiosas, como la salida de Egipto y una larga peregrinación por el desierto. 

Megidó, foto por Omer Markovski

Megidó, foto por Omer Markovski

En el libro de los Jueces, aunque redactado varios siglos después de estos acontecimientos, se conservan tradiciones antiguas que proporcionan alguna información acerca de la práctica religiosa de esas tribus que iban asentándose en Canaán. 

Durante esa época tuvo una notable importancia el santuario de Siló, donde se guardaba el Arca de la Alianza, que acompañaba al pueblo en sus batallas como signo de la protección divina. 

La fe en el Señor todavía se mantenía en un nivel muy primitivo, sin la clarificación que iría proporcionando el desarrollo posterior de la Revelación a través de la actividad profética y de la reflexión teológica. La gente sencilla tenía tendencia a fabricarse ídolos de metal fundido y a tributarles un culto doméstico. Es ilustrativo el caso del hombre de la montaña de Efraín que consagra mil cien siclos de plata al Señor para hacer un ídolo, que puso en un santuario de su propiedad, y para cuyo culto logró contratar a un levita (Jue 17,1-12).

Los protagonistas del libro de los Jueces, son líderes carismáticos que libran al pueblo de algún peligro inminente, pero no son un modelo de comportamiento ético. Por ejemplo, Sansón era un tipo veleidoso y vengativo que se casó con una mujer filistea, no israelita (Jue 14,1-8). Jefté, por su parte, hizo un voto temerario de ofrecer en sacrificio el primer ser vivo que le saliera al encuentro al regresar a casa para que el Señor le fuera propicio en la batalla, y lo cumplió sacrificando a su propia hija (Jue 11,31-39).

Sansón luchando con el león, Capitel Museo Arqueológico Nacional (Madrid)

Sansón luchando con el león, Capitel Museo Arqueológico Nacional (Madrid)

El libro de los Jueces presenta una visión teológica de los recuerdos que quedaban en las tribus acerca de su establecimiento en la tierra de Canaán redactada a la luz de la teología de la Alianza. Al presentar a cada uno de los jueces mayores desarrolla los elementos de tradición con los que cuenta agrupándolos en torno al mismo esquema argumental: pecado, castigo y salvación. 

Podría decirse que todo el libro es una llamada a la fidelidad. Sin ella no es posible mantener la Alianza, y el pecado es una grave ruptura de esa fidelidad que introduce un desorden en las relaciones con Dios. Sin embargo, frente a la fragilidad del pueblo se resalta la paciencia de Dios, que siempre vuelve a manifestar con su protección el amor que tiene a sus elegidos. 

Para el lector, el libro de los Jueces es una llamada al examen de conciencia que lleve a reconocer los propios pecados e infidelidades y a tener confianza en Dios, que siempre es fiel y está dispuesto a traer la salvación cuando se lo invoca con un corazón sincero.

Don Francisco Varo Pineda, sacerdote

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