Un recorrido por las Profecías de la Capilla de la Crucifixión del Santo Sepulcro: Daniel 9,26

May 21, 2025

 EL ENIGMA PROFÉTICO DE DANIEL 9,26

“Pasadas las sesenta y dos semanas, matarán a un ungido inocente. Vendrá un príncipe con su tropa y arrasará la ciudad y el templo, pero su final será un cataclismo; guerra y destrucción están decretadas hasta el fin” (Daniel 9,26)

Capilla del Santa Sepulcro, Jerusalén

Capilla del Santa Sepulcro, Jerusalén

El libro de Daniel nos ofrece esta singular profecía que ha fascinado a teólogos e historiadores por igual. En ella se predijo con asombrosa precisión el momento en que se desarrollarían los acontecimientos de la obra de la Redención.

El versículo comienza con una frase enigmática: “Pasadas las sesenta y dos semanas, matarán a un ungido inocente”. Estableciéndose un marco temporal preciso para la muerte del Mesías, un evento que marcaría un antes y un después en la historia del mundo.

Una interpretación ampliamente aceptada sostiene que las sesenta y dos semanas mencionadas en la profecía pueden sumarse a las siete semanas del versículo anterior. Resultando un total de sesenta y nueve semanas, que equivalen a 483 años. Si sumamos estos años a la fecha del decreto de Artajerjes en Nehemías 2,1-20, la fecha final resultante coincide de forma notable con la fecha de la crucifixión de Jesús.

Pero además, la profecía afirma con rotundidad: “matarán a un ungido inocente” («Ungido» o «Mashíaj» significa Mesías), un destino impensable para el Mesías: su muerte. Que, sin embargo, encuentra su cumplimiento en la crucifixión y muerte de Jesucristo (Mateo 27, Marcos 15, Lucas 23, Juan 19).

Profeta Daniel

Profeta Daniel

Pero es que además, continúa describiendo las consecuencias de la muerte del Mesías: “Vendrá un príncipe con su tropa y arrasará la ciudad y el templo…”. Lo cual se cumplió históricamente con la destrucción de Jerusalén y el Templo en el año 70 d.C. por parte de las fuerzas romanas.

La profecía finaliza con una descripción apocalíptica: “pero su final será un cataclismo; guerra y destrucción están decretadas hasta el fin…”. Para algunos, esta destrucción sería como un símbolo del fin de los sacrificios y la mediación sacerdotal del judaísmo, que sería reemplazado por el sacrificio perfecto y eterno de Cristo. Para otros, se trataría de un desarrollo más acerca de la destrucción anunciada.

En resumen, la profecía de Daniel 9,26 es un enigma fascinante que presenta una serie de coincidencias sorprendentes con la vida de Jesús: la precisión temporal, la descripción del destino del Mesías y las consecuencias de su muerte, junto al final apocalíptico, convierten a esta profecía en un poderoso testimonio de la divinidad de Cristo y la veracidad de la Escritura.

Por don Rafael Sanz, sacerdote

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