
La iglesia de la Eleona, primera iglesia de la Ascensión, ahora iglesia del Pater Noster (azul) fue reconstruida más arriba en la “loma de la colina”, Inbomón en griego (rojo). Huellas de nuestra fe, p. 173.
En su Vita Constantini, relata Eusebio de Cesárea (+339), cómo el primer emperador cristiano, movido por su madre santa Elena, ordenó construir tres iglesias sobre tres grutas sagradas en las que los cristianos de Jerusalén guardaban la memoria del nacimiento de Jesucristo, de su muerte y Resurrección, y de su Ascensión a los Cielos. Así fueron erigidas las primerísimas basílicas de Tierra Santa: la basílica de la Natividad, sobre una cueva en las afueras de Belén, en la que los cristianos conservaban el pesebre donde nació el Redentor (cfr. Orígenes); la basílica de la Resurrección (Anástasis), a la que llamamos en occidente el Santo Sepulcro; y, por fin, en la cumbre del Monte de los Olivos, una iglesia llamada Eleona (“los olivos”) sobre la cueva en la que, según la tradición, Jesús hizo unas últimas recomendaciones a sus discípulos antes de ascender a los cielos.
Resulta lógica la existencia de una cueva anterior a la construcción de las iglesias de la Natividad y del Santo Sepulcro. Ya en el siglo II, san Justino de Neapolis (Nablus, en Samaria) afirma que Jesús nació en una cueva. En cuanto a la tumba de Jesús, sabemos por los evangelios que estaba tallada en la roca, por lo que se trata de una gruta artificial. Constantino hizo que se tallara la roca alrededor de ella para que destaque en medio de una rotonda con una cúpula monumental.


Pero, ¿de dónde viene esta idea poco intuitiva según la cual Jesús subió al Cielo desde una gruta?
Hoy día, el visitante que entra en la iglesia del Pater Noster, situada en la cumbre del Monte de los Olivos, viene para hacer memoria de las enseñanzas de Jesús sobre la oración, y en particular el don del padrenuestro. Este episodio, no aparece en el contexto de la Ascensión. Según Mateo, ocurrió en Galilea (Mt 6:9-13), después de la proclamación de las Bienaventuranzas. El evangelio de Lucas (Lc 11:1-5), en cambio, lo sitúa después del pasaje famoso de Marta y María. Sabemos que estas dos vivían con su hermano Lázaro en Betania, pueblo situado en la vertiente oriental del Monte de los Olivos (cfr. Lc 10:38-42). Por esto, cuajó la tradición de la enseñanza del padrenuestro en la iglesia de Eleona.
¿Qué pasó entonces con la tradición principal asociada con esta iglesia, la de la Ascensión del Señor?
Es posible que, pocos años después de su dedicación, la basílica de la Ascensión fuera destruida o muy dañada por el terremoto de 363, hasta tal punto que las autoridades eclesiásticas optaron por reconstruirla a poca distancia, en la cumbre misma del Monte de los Olivos. A principio de los años 380, la peregrina Egeria describe la procesión litúrgica del primer domingo después de Pascua, que –al parecer– conmemoraba la Ascensión del Señor:
“El domingo de la octava de Pascua, inmediatamente después de la hora sexta, todo el pueblo con el obispo sube a Eleona. Entran en la iglesia, se sientan, recitan himnos y antífonas propias del día y lugar, y dicen también algunas oraciones. Desde allí suben cantando himnos hasta el Inbomón, donde hacen lo mismo.” (Peregrinación de Egeria, ed., trad. Teodoro H. Martín-Lunas, Sígueme, Salamanca, 1994, XL, §1, p. 79)
De esta descripción, se pueden sacar dos datos: 1) la basílica constantiniana Eleona ha sido reconstruida, ya que el clero y el pueblo se “sientan” en ella para rezar himnos y antífonas; 2) existe otro lugar llamado Inbomón (literalmente la “loma de una colina”) donde prosigue la procesión. Aparentemente no se trata todavía de una iglesia construida.
Se puede concluir que estamos aquí frente a un proceso de traslado de tradición. Cuando, unos años después, la princesa Poimenia hizo construir sobre este lugar una iglesia, la tradición de la Ascensión del Señor se trasladó definitivamente allá.
Se trataba de un martyrión, es decir una iglesia-memorial. Como para la rotunda de la Anastasis, su planta circular permitía a las procesiones girar alrededor del lugar santo: un fragmento de la roca que conservaba, según los testimonios antiguos, las últimas huellas de Jesús en la tierra.
Relata Paulino de Nola cómo nunca nadie pudo construir nada sobre este suelo sagrado:
“En la basílica que conmemora la Ascensión está el lugar desde donde [Jesús] fue llevado hacia el cielo en una nube (…). Se dice que este único lugar -y ningún otro- fue santificado por las divinas huellas, hasta tal punto que nunca ha sido cubierto por el mármol o cualquier pavimento.” Paulino de Nola, Epist. 31 “A Sulpicio Severo”, CSEL 29 (trad. H. Gourinard).
Por Henri Gourinard

