¿Existió el Buen Samaritano?

Nov 14, 2025

En el camino de Jerusalén a Jericó se encuentra la Posada del Buen Samaritano: un museo y lugar de paso que reúne una buena colección de mosaicos procedentes de sinagogas e iglesias de Israel y Cisjordania, agrupados por Yitzhak Magen, un prestigioso arqueólogo israelí. 

El museo del Buen Samaritano por Bukvoed

El Museo del Buen Samaritano por Bukvoed

En una de mis primeras visitas a los lugares santos, alguien del grupo exclamó sorprendido: 

– ¿Como? ¡Yo pensaba que el Buen Samaritano era un personaje de una de las parábolas de Jesús! ¡No sabía que había existido realmente! Se organizó un revuelo divertido en el autobús. Unos y otros sacaron a relucir sus conocimientos. No faltó quien buscó en internet y ¡Cómo no! la conversación derivó hacia otros derroteros ajenos al tema. Siempre que paso delante de ese museo recuerdo  la anécdota.

¿Existió o no existió el Buen Samaritano? ¡No, no existió! Se trata de un personaje de ficción de una de las parábolas más hermosas inventadas por Jesús para responder a la pregunta ¿Quién es mi prójimo?

Y, sin embargo, cabe preguntarse: ¿Seguro que no existió? ¿Es solamente la invención magistral de un pedagogo excepcional? ¿O elaboró Jesús su respuesta a partir de un hecho real, conocido por él, y quizá por su auditorio? Varias de sus parábolas traen al primer plano sucesos de la vida cotidiana vividos sin duda en medio de las rutinas diarias: la mujer que pone su casa patas arriba para encontrar la moneda que había perdido; el pastor que carga con la oveja herida; el negociante que se arriesga a venderlo todo para invertir en el negocio de su vida…. El valor universal que encierran esas enseñanzas reside en su realismo y su capacidad para identificarnos con sus protagonistas. Ese es el don de los grandes narradores. Y sin duda Jesús hace gala de ese don. 

El buen samaritano (1647), óleo sobre lienzo de Balthasar van Cortbemde (1612-1663), muestra al samaritano atendiendo al hombre herido mientras que el levita y el sacerdote se alejan a la distancia.

El buen samaritano (1647), óleo sobre lienzo de Balthasar van Cortbemde (1612-1663), muestra al samaritano atendiendo al hombre herido mientras que el levita y el sacerdote se alejan a la distancia.

La parábola del Buen Samaritano (Lucas 10,30-37) nos involucra; nos hace caer en la cuenta de que todos llevamos dentro un buen samaritano, alguien capaz de reaccionar con compasión y ayudar a quien lo necesita: una extranjera que en día de sábado echa una mano a su vecina judía observante, para activar el interruptor eléctrico que su hijo pequeño había apagado;  un automovilista que se detiene para  ayudar a cambiar la rueda pinchada;  un transeúnte que levanta a alguien que ha tropezado al cruzar la calle… Miles de circunstancias ordinarias en las que, tanto quien necesita ayuda como quien la presta, es alguien, independientemente de su identidad o sus convicciones. 

Iglesia Bizantina reconstruida por Bukvoed

Iglesia Bizantina reconstruida por Bukvoed

La parábola nos recuerda que la solidaridad, la acción voluntaria y gratuita, forman parte de nosotros mismos, a pesar de que la prisa, el pre-juicio, el miedo, el asco nos llevan en ocasiones a mirar hacia otro lado, acallando la voz interior que nos impulsa a atender a cualquiera que nos necesite. 

La historia, inventada o real, del Buen Samaritano nos anima a no silenciar esa voz: es así como la Posada, un lugar para descansar y reponer fuerzas, se transforma, gracias también al saber hacer del Posadero, en un punto de encuentro, de relaciones, entre unos y otros. Un lugar donde se pueden aparcar las diferencias y los problemas para ayudar a quién más lo necesita.  Y ¿Por qué no? Quizá podamos también reconocernos a nosotros mismos en ese pobre hombre maltrecho, y agradecer, vengan de quien vengan, los cuidados recibidos.

Por Carmen Rodríguez Eyré

 

Compartir: